Cierre de verano

El día había llegado como llega todo lo que no quieres que acabe, despacio y sin que te des cuenta. Esa noche era la fiesta de cierre de la temporada estival y, como no podía ser de otro modo, se celebraba en el puerto. Era su lugar favorito de la ciudad sin lugar a dudas, por el ambiente, por el clima, por las posibilidades que se le ofrecían cuando iba allí. Esa noche tenía que ser una noche especial, de esas que empiezan como cualquiera y terminan por dar la vuelta y sorprenderte. Se había comprado un vestido especialmente para aquel día, así que se arregló y salió de casa.

La noche comenzó sin incidencias, hablaba con todos y con todos reía, no esperaba que él se acercara a pasar la noche charlando o bailando, en realidad no esperaba nada. De modo que fingió que no estaba y empezó a disfrutar de otras compañías. Se le acercaban y la rodeaban por la cintura, la invitaban a bailar y cuidaban que estuviera cómoda. Cualquier mujer en realidad debería sentirse halagada de estar en compañía de otro, pero ella no era de esa clase de mujeres, ella sabía lo que quería y al lado de quién lo quería.

De repente una mano la rodeó por la cintura desde atrás. Ella se giró y le vio a Él, allí plantado con una mano extendida, invitándola a bailar. No pudo rechazar la oferta que llevaba toda la noche esperando, así que le tomó la mano y bailaron una, dos, tres… Toda la noche, intercalando momentos de charla distendida, intercambiando pareceres de la gente de alrededor. Se sentía realmente confortable, protegida, única en ese preciso instante. Solo Él era capaz de hacerla sentir así con simplemente mirarla y sonreirla, solo Él podía hacerla pasar una noche perfecta.

Salieron de allí cuando todavía quedaba gente y fueron a su casa por ser la que más cerca tenían. Nada más abrir la puerta, todo lo que pensaban se desbordó y no quedó más que el impulso. Le tumbó sobre la cama y comenzó a recorrer su cuerpo con su propio cuerpo, le desabrochó la camisa y la verguenza que pudiera quedarle. Después se quitó el vestido que tan cuidadosamente había escogido, momento en el cual Él se levantó, la besó en el cuello, en el pecho, recorrió toda su anatomía como si no hubiera visto jamás una mujer desnuda, le hizo lo que más le gustaba a ella sin siquiera saberlo y la penetró hasta el fondo, hasta que la oyó ahogar un grito de placer. Pasaron así lo que quedaba de noche, dejándose el uno al otro sin aliento. Lograron dormirse, desnudos, ni siquiera les cubría la incertidumbre de qué pasaría al día siguiente ni el mes siguiente. Era ese momento perfecto en el que todo, absolutamente todo, por fin, encaja.

Al día siguiente no necesitaron hablar nada. Se levantaron, desayunaron sonrisas a medias y se despidieron. Una hora más tarde ella recibió un mensaje, una simple cara sonriente de esas que se llevan ahora y que habitualmente no significan mucho, pero que en ese momento para ella lo fue todo. Él, la persona que había estado esperando desde hace mucho, Él, ese hombre perfecto que apareció en su vida por casualidad. Solo Él, de ahí en adelante. Y es que el cierre de algo siempre significa el comienzo de otra cosa.

malvarrosa

Madrid

¿Que cuándo me bañé de noche en el mar? Todavía recuerdo esa madrugada en Dubrovnik que decidimos salir buscando simplemente una zona con acceso al mar abierta, quitarnos toda la ropa y tirarnos sin pensar muy bien en que alguna autoridad pudiera venir a detenernos, que la marea nos arrastrara o que hubiera diversas especies marinas rondando… No fui consciente en esos momentos de cuánto me acordaría de esa inconsciencia y de cuánto me gustó vivir aquello con las personas con las que lo hice.

Cuando vives en una ciudad sin playa no encuentras necesarias estas pequeñas cosas y te parece muy emocionante poder darte el gusto de bañarte de noche en un mar en calma alejado de tu tierra. No tienes aprecio de tener acceso a todos los musicales de Gran Vía, pasear por unas calles que nunca duermen, tomarte algo en los lugares más inverosímiles que existan… Ahora que me voy de Madrid, mi ciudad de siempre, me comienza a brotar en el centro del pecho una añoranza que nunca había sentido: aquí dejo a mi familia, a mis mejores amigos, dejo historias por concluir y lugares que visitar. Madrid es y será siempre la ciudad de mis sueños, el lugar al que no puedo evitar regresar, un sitio en el que he vivido mis mejores y mis peores momentos…  Y aunque pienso que lo que viene también será bueno, que voy a tener la playa a dos pasos y la oportunidad de rehacer mi vida y mis sueños… Madrid siempre será ese trozo del corazón que me falta cuando estoy lejos.

Lucía